El 4 de diciembre, en el Ateneo Literario de Jaca, tendrá
lugar la presentación de la exposición de fotografía Joven Azul, un homenaje a
la poesía surrealista de Miguel Labordeta.
El evento,
organizado por Sophoco en colaboración con el Ateneo Literario, contará con la
música de una de las obras de la compositora Yolanda Campos Bergua, autora del CMC Garaikideak.
Los versos del
poeta, que los artistas de Sophoco han utilizado como punto de referencia
creativa, serán el hilo conductor de esta propuesta multidisciplinar que aúna
fotografía, poesía y música.
JOVEN AZUL
Versos ilustrados. Un homenaje a Miguel Labordeta
Fotografías: Sophoco
Música: Yolanda Campos
Bergua
Viernes, 4 de diciembre, 20.00 h.
ATENEO LITERARIO (Jaca, Huesca)
La poesía de Miguel Labordeta, a pesar de su escasa repercusión
en el contexto nacional, ha sido generalmente considerada como la más
original y brillante en Aragón durante el siglo XX y ha dado lugar a una
considerable bibliografía. Existencialismo, expresionismo, surrealismo,
malestar social, junto a un lenguaje sumamente personal y rotundo son sus rasgos más significativos.
PUESTO QUE EL JOVEN AZUL DE LA MONTAÑA HA MUERTO
(Miguel Labordeta - José Antonio Labordeta)
Puesto que el joven azul
de la montaña ha muerto,
es preciso partir.
Antes de ser golosamente asesinados
los crepúsculos de la gran ciudad,
antes de que las muchedumbres tristes de los metros
invadan el templo del sol,
definitivamente seducidas por las noches de los trenes,
es preciso marchar
desnudos y ásperos, inigualables.
Y al partir,
preguntar por nosotros,
indagar por nosotros,
auscultar por nosotros,
por nosotros mismos recordar
que tal vez existió,
que una dulce soledad nos responda en grave despedida.
Puesto que el joven azul
de la montaña ha muerto,
es preciso partir.
Miguel Labordeta
Subías (Zaragoza, 1921 –1969) fue un poeta español, uno de los más señeros de
la generación de posguerra. Cultivó un estilo surrealista de lenguaje expresivo
y amplios registros, elocución desbordada, verso libre y tono apocalíptico plagado
de visiones cósmicas de raigambre barroca y romántica, especialmente en sus
primeros tres poemarios (Sumido 25, Violento idílico y Transeúnte central),
escritos entre los 25 y los 29 años. En 1950 él mismo definió su poesía como
«catártica, depurativa, en que el poeta se dé por entero en holocausto
verídico». Al final de su vida aparecen Los Soliloquios (1969), que junto a
Autopía (publicada póstuma en 1972), constituyen una nueva etapa de poesía más
ceñida y condensada.
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