Javi Pérez (clarinete) y David Cantalejo (piano y autor), perfilando el comienzo de 1428 de Elm Street minutos antes del concierto en el Auditorio Fernando Remacha del Conservatorio Superior. |
La percepción de la música no ha sido la misma a lo largo de la historia. A grandes rasgos, ha habido épocas en las que la música cumplía un fin totalmente pragmático, otras en las que servía de vehículo de la palabra y otras, las menos, en las que cumplía una función estética al servicio de las clases sociales dominantes. Todo ello teniendo en cuenta la particular forma de ser y los valores de una parte de la sociedad en cada momento. Sin embargo, todo ese bagaje cultural que hoy conocemos hace que el oyente actual sienta la necesidad de regirse por formas de escucha anteriores, como si él no fuera en parte responsable de la evolución musical de su tiempo. Ante todo debe tener la curiosidad suficiente como para querer encontrar y percibir elementos nuevos, más propios de la compleja y cambiante sociedad de la que forma parte. Esto no significa que el resultado de una obra actual tenga que tener necesariamente un único sentido, sino que hay muchas y muy variadas formas de crear una sonoridad moderna, incluso a través del propio silencio.
Al respecto de la escucha de la música contemporánea, el compositor estadounidense Aaron Copland se expresaba así en Cómo escuchar la música (1985): “El melómano no iniciado seguirá considerando peculiar la música contemporánea mientras persista en tratar de oír la misma clase de sonidos y obtener el mismo deleite que obtiene de las grandes obras de los maestros del pasado. Mi amor a la música de Chopin y Mozart es tan grande como el de cualquiera; pero su mundo no es el mío y su idioma musical me es ajeno. Los principios son los mismos, pero con ellos se puede obtener un resultado totalmente distinto que exige al auditor la capacidad de prestarse a escuchar un idioma no familiar. Debería preguntarse si no está aplicándole normas que ya no proceden. Hay una gran posibilidad de que esté siendo insensible al idioma musical de su propia época. ¿Por qué no lo considera como un desafío? Cuando yo oigo una nueva pieza con música que no comprendo, quedo intrigado. Es un desafío que mantiene vivo mi interés por el arte de la música. La mayoría de la gente parece disgustarse porque no desean ver perturbados sus viejos hábitos. Se valen de la música como de un diván; desean sentirse mecidos por ella, relajados y consolados de las tensiones de la vida cotidiana. Pero la música actual ha sido creada para despertar al oyente, sacudirlo y conmoverlo hasta dejarlo exhausto. ¿No es esa clase de estímulo la que se busca en el teatro, o por la que se compra un libro?. Entonces, ¿por qué hacer una excepción con la música?. De forma inconsciente se insiste en la idea de que la música “normal” es la música del pasado. Debería ser al contrario, pero para ello hay que estar dispuesto a hacer el esfuerzo extra necesario para romper la barrera de la no familiaridad. No sentir la necesidad de participar en la expresión musical de la propia época es privarse a sí mismo del goce de una experiencia estética imposible de obtener de otra manera. La clave de nuestra comprensión de la nueva música es: repetidas audiciones.“
NUESTRO AGRADECIMIENTO A SAIOA BILDARRATZ POR SU COLABORACIÓN
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